Un demonio duerme sobre mi hombro, con los ojos abiertos y en susurros desliza sus palabras por la cavidad de la noche. Un demonio reposa su ira sobre mis hombros y de dudosa salud mental, en ocasiones es bueno como la fina capa de terciopelo que cubre las nevadas y otras veces sibilino engaño tiñe de rojo, lagrimas esperanzadoras incluso al más confiado de los hombres.
Un demonio duerme sobre mi hombro, se esconde de la gente. De sus plegarias, ocultase del día , de la luz. Guarda su piedra azul por miedo a romper la poca humanidad que alberga en su interior.
Un demonio duerme sobre mi hombro. Llena su panza del harmónico sonido al devorar soledad y aun siendo demonio se alegra cuando te alegras. Y aún siendo demonio, se alegra cuando me alegro.